Un día aquí sin poder respirar

Hoy es lunes, acaba de terminar. Había puesto el despertador temprano para poder trabajar en el proyecto final que entregaré próximamente a la ya mencionada H. Institución que me está haciendo correr con mi amiga D. desenfrenadamente. No la he ido a ver, no he tomado café con ella y hablado de la vida y del amor. Extraño ese convivir, ese hablar y ese desahogo que hace que vaya siendo una mejor persona.

Así que sin ni siquiera el anuncio del despertador abrí los ojos como respuesta al llamado del teléfono que siempre cumpliendo su deber hizo de las suyas, no llega tarde jamás, no cuida sueños, no se retrasa jamás en emitir el sonido que lo caracteriza como su función principal. Hice un juramento de no acudir a el cuando estuviera perdida, pero ese como muchos de los juramentos que me hago no lo cumplo muchas veces, el tema es que mi interlocutora era mi adolorida madre pidiéndome que la acompañara al doctor para que le trataran el mal de los bronquios que la ha estado asechando recientemente. Me moví y conseguí el teléfono de un doctor que ya ha pasado por las intensidades de mi señor padre y para que él me haya dicho que es bueno es porque tiene una enorme paciencia con sus pacientes reflejo de atención al Sr.

El camino como el amanecer no fue bueno, no desperté alegre, de buenas o no se me dio la gana amanecer, pero lo hice y no iba precisamente hecha un cascabel, sólo iba suplicándole que se cuidara y que no jugara con su vida, que valorará un poco más su salud y no dejara que fuera el momento que la hace sentirse pésimo para decidir atenderse, pero como le dices a una persona, que es la razón de mis juntas con D. , que se siente super heroína que también ellas sufren, que se enferman, que padecen, que todas tiene padecimientos y que pedir ayuda no es malo, que lo malo es decidirlo cuando ya estás en el extremo, es una impotencia que no me deja respirar, que rompe con todo lo aprendido, que me saca de mi, que me lleva a perder gran camino ganado y me hace el ser más impotente del universo.

He aprendido que no le puedes dar valor a la vida de las personas si las personas no le dan valor y que no puedes vivir su vida si es que ellas no quieren vivirlas, pero yo quiero vivir con ella, no sin ella y eso no me deja respirar tranquila.

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